La Regulación energética estacional en la MTCh
La fotografía que ilustra la portada de este artículo muestra -con toda claridad- algo que -a nuestra escala- apenas percibimos por la lentitud con que acontece: los cambios cíclicos que se producen a lo largo del año.
Si bien la sucesión de las estaciones es una influencia -de orígen cósmico- que ejerce su influencia sobre la tierra como medio físico, no debemos olvidar que esta (la Tierra) es el medio humano: nuestro medio natural.
Y, consecuentemente, cualquier cambio que afecte a nuestro entorno inmediato… no es ajeno a nosotros mismos.
Como microcosmos que somos, integrados en un macrocosmos, somos receptores también de estas influencias; y es evidente que estas tienen un impacto en nosotros que debemos «integrar», tanto física como psíquicamente.
“Regulación” es una palabra de uso muy común en la Acupuntura; pero que aquí se empleará vinculada a “estacional” para describir una técnica y un campo terapéutico muy concreto: la prevención frente a los cambios energéticos a que estamos sujetos en el ciclo de constante transformación de las estaciones en que se divide el año.
En el presente artículo desarrollamos el concepto de «regulación energética estacional»; práctica común en la MTC y pilar estratégico de la terapéutica preventiva en Acupuntura.
El Diccionario de la Real Academia Española aporta diferentes significados para el término “regulación”.
Entre ellos destacan -al objeto del presente artículo- varias acepciones que lo refieren a las de “ajustar o poner en orden algo”, “ajustar el funcionamiento de un sistema a determinados fines” o “determinar las reglas o normas a que debe ajustarse alguien o algo”.
Como vemos, el vocablo “ajustar” es el eje entorno al cual se articularía la acción de regular, en el sentido en que entroncaría en el contexto de la Medicina Tradicional China.
Si algo caracteriza, desde el punto de vista histórico, a la Medicina Tradicional China (en adelante MTC), es su carácter preventivo.
El pilar básico del mantenimiento de la salud era el seguimiento riguroso de una serie de normas higiénico-alimentarias, a las que se venía a sumar una peculiar forma de entender la relación con el medio: la interrelación o intercambio con el mismo.
En consecuencia, y en sus primeros orígenes, el papel del “médico de cabecera” no era otro que el de supervisar el mantenimiento de la salud, y bajo ese punto de vista se fijaba su “salario”.
Si por alguna circunstancia, aparecía finalmente la enfermedad, el médico dejaba de cobrar sus honorarios e incluso -en algunos casos- debía correr con los gastos que ocasionaba el retorno a la normalidad.
En contraste con la idea de “medicina curativa” a la que estamos acostumbrados en occidente, el sentido de salud -entendido en el ámbito de la MTC- se soporta estructuralmente en la medicina preventiva. En tanto que nosotros pensamos en curar la enfermedad, aquellos lo hacían por evitarla.
Como es bien sabido, la MTC propugna que los motivos por los que enfermamos son, en síntesis, los siguientes:
- Factores internos, entre los que destacaremos las alteraciones psicoemocionales y las predisposiciones congénitas (factor hereditario).
- Factores externos, conformados mayoritariamente por agentes medioambientales o climáticos.
- Factores mixtos (interno-externos), como son la alimentación, los traumatismos, las radiaciones medioambientales alteradas, el agotamiento o la inactividad… entre muchos otros.
Fijaremos nuestra atención en el segundo de estos grupos, por ser el campo de actuación de la regulación energética estacional.
La MTC considera el hombre como entidad global; como un sistema en permanente equilibrio dinámico con el medio externo que le rodea. Medio, además, del que depende.
Y aquí encontramos el origen de la importancia que la MTC da a los fenómenos meteorológicos, climáticos o cósmicos.
Estos factores externos se engloban bajo el término de Wai Qi, que viene a definir conjuntamente a todas aquellas energías procedentes del exterior con capacidad de influencia en el ser humano.
Y más concretamente dentro de estas Wai Qi, los factores climáticos externos (frío, calor, viento, sequedad y humedad) se conocen bajo el término Liuqi.
Por su intensidad y persistencia, y especialmente ayudados por el descenso de nuestra capacidad defensiva, estos factores pueden vencer las barreras de control y transformación del ser humano convirtiéndose en patógenos (Liuyi), con una gran capacidad para favorecer la reproducción de gérmenes nocivos para nuestra salud.
Son sobradamente conocidos los desarreglos que pueden producirse por un cambio de hábitat provocado por viajes, cambios geográficos o en la ingesta de alimentos o líquidos. El denominador común a todos ellos es la insuficiente respuesta adaptativa del cuerpo a las nuevas circunstancias.
Algo similar sucede cuando hace frío en temporadas en que debía hacer calor o viceversa. La velocidad del cambio, unida frecuentemente a una baja respuesta defensiva, origina el desequilibrio que acaba traduciéndose en enfermedad.
Para el caso del ciclo anual, y siempre que sus etapas vayan transcurriendo sin graves alteraciones (cosa cada vez más infrecuente) la velocidad del cambio suele permitir una adaptación paulatina. Solo pasamos del frío invierno al cálido verano a través de una templada primavera; o de este último a un nuevo invierno a través de un fresco otoño.
Fruto de esta lenta transformación, nos vamos abrigando cada vez más o comenzamos a prescindir de prendas en función de estas épocas anuales.
No obstante lo anterior, a nadie escapa que los cambios estacionales suelen marcar, en un número creciente de personas, momentos álgidos en la evolución de algunas disfunciones que les afectan. De todos es conocido que el otoño es la época con mayor predominancia de las depresiones; o que incluso algunas dolencias occidentales han sido bautizadas con el nombre específico de alguna estación (astenias o alergias primaverales, por ejemplo).
Como vemos, el uso de los términos de MTC que venimos empleando evoca necesariamente a la Ley de los Cinco Movimientos. Y esto es así porque dicha Ley es el origen del modelo que da soporte a una terapéutica orientada a nuestra adaptación a los cambios que se producen con la entrada en un cambio de estación (asociado inevitablemente a cuestiones climáticas no inmediatas por lo general pero que se van consolidando con el paso de las semanas).
La aplicación práctica de esta Ley a los cambios estacionales choca, a primera vista, con el concepto a que estamos acostumbrados de ciclos astronómicos.
Contamos con cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno; en tanto que disponemos de cinco movimientos (o elementos si se prefiere): calor, frío, viento, sequedad y humedad.
Y sabemos que el calor se asocia al verano, el frío al invierno, el viento a la primavera y la sequedad al otoño, en tanto que la humedad se vincula directamente con el “estío”, también conocido como verano tardío.
Algo parecido sucede cuando queremos entroncar los movimientos con los puntos cardinales (que también son sólo cuatro).
Pero si rescatamos su primera concepción, veremos que la Tierra (representada por la energía humedad) no se encontraba originariamente en un extremo de la pentacoordinación, sino que venía a ocupar directamente su centro.
Así, quedó establecido que la quinta estación no correspondía a una parte concreta del ciclo anual, sino que estaba presente durante los 18 días previos al cambio de la estación astronómica.
Y es en este marco teórico donde su función encaja en la terapia reguladora estacional.
Un análisis más detallado de su significado nos indica que la Tierra es la energía transformadora por excelencia. A nadie debe escapar el hecho de que una semilla, enterrada en el suelo, acaba produciendo un árbol que puede alcanzar proporciones gigantescas. Este símil ayudará a entender el concepto de capacidad de transformación que alberga este elemento.
Y es esa capacidad de la Tierra la que hace que las energías climáticas correspondientes a las estaciones tengan un proceso de adaptación desde un elemento (o movimiento concreto) hasta el otro.
Así, el viento transformará el agua en fuego a través de la primavera y el metal lo hará con el calor hasta el frío a través del otoño… siempre a través de la influencia permanente de la Tierra en el periodo interestacional.
Consecuentemente, existe un período de 18 días antes del cambio de estación, representado por el elemento Tierra, y durante el cuál los meridianos Tierra se vuelven más activos como respuesta adaptativa del organismo a los nuevos cambios energéticos que introducirá dicho proceso.
Y es en este punto, donde la MTC aporta una terapéutica concreta ante estos cambios energéticos estacionales, a los que considera un factor de riesgo.
Existen diferentes combinaciones de puntos orientadas a esta acción profiláctica de los cambios interestacionales, pero todas coinciden en que siempre hay que tratar la Tierra con sus puntos estacionales (E36 y BP3) en tonificación.
A partir de este punto se abren varias posibilidades cuyo objetivo final es la adaptación a las energías “entrantes”, regulación de la función digestiva y del sistema energético central.
Este tratamiento debe realizarse durante dos o tres sesiones, dentro del periodo comentado de 18 días previos al cambio de estación.
La Sociedad Valenciana de Acupuntura viene realizando durante años esta actuación preventiva, comprobando su contribución al mantenimiento de una adecuada relación con el medio por parte de aquellos que la realizan de modo regular.
Lógicamente la fórmula precisa para cada caso es personalizada, y adaptada específicamente a las condiciones y necesidades de quienes reciben el tratamiento.